Soy irlandesa, pero llevo dos años y medio viviendo en Londres. Me encanta vivir aquí y ya me considero a mí mismo una londinense. Me gustan sus parques. Desplazarme en bicicleta es una opción estupenda, y hay una red de carriles bici cada vez mayor en la ciudad.
Sin embargo, desde el punto de vista del medio ambiente, las cosas no van bien. A pesar de la increíble red de transporte, el aire está contaminado. El ruido y la contaminación lumínica son constantes y, dada su geografía, el cambio climático es aquí una amenaza muy real.
Vivo en una calle concurrida y siento los efectos de la mala calidad del aire de Londres. Hay una escuela a la vuelta de la esquina, y sé que el Ayuntamiento ha recurrido a la instalación de purificadores de aire en los colegios de la ciudad. Sin embargo, pasar por delante del colegio es un recordatorio constante de la gravedad del problema. Con todos los coches en la calle, el doble impacto se percibe claramente: la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera y el efecto para la salud de las personas que viven y trabajan en Londres.
El cambio climático constituye un problema inmediato. Resulta aterrador con independencia del lugar del mundo de donde seas, pero en comparación con otras megaciudades, Londres y todos sus lugares de interés histórico corren un grave riesgo de desaparecer debido a la subida del nivel del agua.
Otra cosa que me llama la atención de Londres son los residuos de un solo uso y el embalaje excesivo. Es habitual ver basura en el suelo. Los contenedores rebosan y el servicio de recogida de basuras resulta insuficiente.
Dada la geografía de Londres, el cambio climático es una amenaza muy real.
No tengo hijos propios, pero sí una sobrina y un sobrino. Creo que el suyo será un mundo muy diferente y sus prioridades pueden ser radicalmente distintas.
Sin embargo, se han conseguido éxitos. Se están instalando fuentes de agua para fomentar que las personas dejen de utilizar las botellas de plástico y lleven consigo sus propias botellas reutilizables. Las tarifas por circular en zonas de emisiones ultra bajas y las tarifas de congestión diseñadas para reducir el uso de automóviles altamente contaminantes en el centro de la ciudad están registrando ganancias. Casi 9.500 vehículos menos entran en Londres cada día desde abril de 2019, cuando entraron en vigor las nuevas tarifas.
El río Támesis se ha limpiado en los últimos años. Hace cincuenta años se consideró que estaba biológicamente muerto, y ahora hay constancia de delfines y caballitos de mar.
Por último, considero que los grupos ecologistas como Extinction Rebellion han protagonizado historias de éxito durante el año pasado, ya que han conseguido introducir el tema en nuestras casas.
Desde Daca hasta Londres, nuestros empleados hablan de los desafíos climáticos a los que se enfrentan en su día a día.
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