La hinchazón y el aumento de su grosor provocan estrechez e incluso obstrucción del riego sanguíneo, pudiendo causar daños importantes en el organismo.

Aunque es común en arterias de tórax, cuello y brazos, la arteritis de células gigantes afecta sobre todo a las arterias a los lados de la cabeza, a la altura de las sienes. Por eso también se la conoce como arteritis de la temporal.

Cuando afecta a la arteria que irriga el nervio óptico, la falta de riego puede provocar problemas de visión e, incluso, ceguera.

Aunque se desconocen las causas de su aparición, existen determinados factores de riesgo de la arteritis de células gigantes que aumentan las probabilidades de tener esta enfermedad.

La arteritis de células gigantes casi siempre se diagnostica en personas mayores de 50 años

Las mujeres son hasta cuatro veces más propensas a sufrir esta enfermedad

Algunas personas muestran más predisposición genética a sufrir la arteritis de células gigantes

El consumo de tabaco aumenta la probabilidad de sufrir ACG

El estrechamiento de las arterias por la acumulación de grasas o colesterol está vinculado a la enfermedad

Algunas enfermedades infecciosas provocan la aparición de arteritis de células gigantes

Pérdida de visión, visión doble o ceguera

Dolor de cabeza intenso

Dolor y rigidez en hombros y caderas

Cansancio

Fiebre y otros síntomas pseudogripales

Dolor en la cara, la lengua y la garganta

Pérdida de apetito y de peso

Para el diagnóstico de la arteritis de células gigantes, tu médico comprobará los síntomas que padeces y realizará una exploración de las sienes. También podrá pedir un análisis de sangre, así como derivarte a otro médico especialista para una exploración más extendida.

Para el diagnóstico de la arteritis de células gigantes es habitual realizar una ecografía en las sienes. También podría realizarse una biopsia de la arteria temporal para comprobar si hay signos de la enfermedad a vista de microscopio.

El objetivo del tratamiento en la arteritis de células gigantes es reducir la inflamación de las arterías y restablecer el flujo sanguíneo.

Los síntomas de la arteritis comenzarán a remitir a los pocos días de iniciar el tratamiento. Sin embargo, es muy común que éste se extienda con una dosis menor durante uno o dos años. También es común combinarlo con otros medicamentos para reducir el riesgo de sufrir efectos secundarios. El tratamiento más adecuado dependerá de cada paciente y todo se deberá consensuar con el equipo especialista.

El número de pacientes que tienen que recibir tratamiento de manera crónica es muy reducido.

No obstante, si los síntomas son muy adversos o el tratamiento no consigue remitirlos, es probable que tenga que ser ingresado en un hospital.

Una vez finalizado con éxito el tratamiento, el paciente deberá someterse a revisiones periódicas para comprobar que la enfermedad ha remitido y para vigilar sus efectos secundarios.

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